Me asombra
Internet. Me encanta la fuente de conocimientos tan grande que es. Sé que hay
gente que entra en internet sólo para leer y enviar mails, otros para conectar
con los amigos en chats y redes sociales, quizás para jugar online con otras
personas, conocidas o no, los hay que la usan para bajarse una película o el
último disco de Lady Gaga, para sacarse un billete de avión o reservar un
hotel, y cómo no, Internet is for porn.
A mí todo esto me
parece como el que utiliza un libro para calzar una mesa: un desperdicio.
Internet es el
agujero negro de las mentes inquietas. En el momento que necesitas información
sobre cualquier cosa, basta con coger un portátil, una tablet o un smartphone con conexión a la red (esto último hace que la herramienta más útil del mundo pueda ir con
nosotros a cualquier lado), teclear una pregunta o una temática, y en cuestión
de décimas de segundos obtener la respuesta que buscabas. Hasta qué punto no
estará este recurso presente en mi vida, que mentalmente divido mis
interrogantes entre los que internet puede resolver y los que no. Estos
últimos, aquellas preguntas que no se responden por Internet, son las que
demuestran ser las más importantes, las que me identifican como persona, las
que más duele no poder resolver: cómo hacer para superar la
muerte de un ser querido. Por qué me ha dejado mi novio. ¿Me conviene seguir
con esta situación? ¿Debería dejar mi trabajo actual? Cómo hacer para
proteger a mi hija de todas las amenazas que la rodean. Cómo educarla
correctamente. Cómo ser una buena madre. ¿Cómo hago para encontrar un trabajo?
¿Qué debería ser de mayor? ¿Cuánto tiempo más podré disfrutar de mi madre? ¿Estaré
desperdiciando los mejores años de mi vida? ¿Hay alguna amenaza a la vuelta de
la esquina?