sábado, 23 de febrero de 2013

La Caja Negra



Por fin he terminado La Caja Negra, de Amos Oz. Si hubiera tenido la oportunidad lo habría leído de una sentada, ni una vez habría levantado la vista de las páginas. Dios mío, este libro te atrapa, como una tela de araña. 

Aunque en seguida vi que no, que la tela de araña era la que los personajes iban tejiendo a través de sus cartas, de unos a otros, mediante un lenguaje cargado de sentimientos , lleno de rencor y heridas nunca cerradas, pidiendo explicaciones a destiempo, lanzando reproches y acusaciones a la vez que declaran su amor y pasión nunca superados, profiriendo gritos de auxilio, humillándose, humillando. Quemando las naves en lo que parece ser la última batalla, pero resulta ser una sublime partida de ajedrez.  Me encantó la frase que alude a la caja negra que pretende desenmarañar las causas del accidente, cuando ya es demasiado tarde. Pero no he podido evitar tener en mente durante toda la novela un tablero de ajedrez, e ir viendo, en cada nueva carta, mientras cada personaje desarrollaba su estrategia con gran maestría, qué pieza representaba cada uno en esta gran partida final.

 
La Dama Negra, con un poder infinito intentando llegar hasta el Rey, implacable, peligrosa, apasionada, usando todas sus armas, segura de su triunfo; su pérfido álfil (más que bishop sería un rabino), la torre apisonadora que despliega todo su poder actuando en nombre del Rey, un caballo saltarín alrededor del cual se fragua toda la partida, y unos pocos pero logradísimos peones, todos van desplegando su propio juego para intentar hacerse con el Rey, o con su fortuna. Donde uno piensa que juegan negras contra blancas, y se acaba dudando de quién juega con quién hasta el gran final
(OJO SPOILER!!!), donde el rey, enrocado en una comuna hippie, acaba debilitándose y perdiendo la última batalla, en brazos de su Dama (FIN DEL SPOILER).


Ha habido fragmentos que me han golpeado e impactado, que me han hecho sentir el dolor con el que hablaba el personaje, tan vivos que parecían reales.

Su gran principio: 

Querido Alec: Que no hayas destruido esta carta al reconocer mi letra en el sobre prueba que la curiosidad es más poderosa que el odio. O que tu odio necesita carne fresca.

La entrega sin reservas a pesar de todo:

Pero tú eras y sigues siendo mi marido. Mi dueño y señor. Para siempre. Y en la vida después de la vida Michel me tomará del brazo y me conducirá al tálamo nupcial para mi ceremonia matrimonial contigo. Tú eres el señor de mi odio y mi anhelo. El dueño de mis sueños nocturnos. Rector de mi cabello y mi garganta y la planta de mis pies. Soberano de mis pechos, mi vientre, mis partes íntimas, mi matriz.

La añoranza de lo cotidiano:

Las luces de urgencia proyectan su palidez sobre mí. Es una espectral luz de mercurio, como las que se utilizan en los quirófanos. Te amé una vez y había una imagen en mi cerebro:  tú y yo en una noche de verano sentados en el porche de nuestra casa de cara a las colinas de Jerusalén y el niño jugando con su mecano de madera. Copas de helado de frutas sobre la mesa. Y un periódico que no leemos. Tú bordas un mantel y yo estoy haciendo una cigüeña con una piña y astillas de madera.

Esa era la imagen. No fuimos capaces. Y ahora es tarde.

Tantos y tantos fragmentos que me han impactado, y me han hecho volver atrás de nuevo para releerlos de nuevo. Hacía tiempo que no me pasaba algo así con un libro. Si he tardado tanto en acabarlo ha sido por eso. Este es un libro que incita a detenerte en alguno de sus pasajes, volver a leerlo de nuevo lentamente, saboreando cada palabra, y que no se puede leer en medio de cualquier sitio, expuesta a ser interrumpida una y otra vez por unos y otros, haciendo que te pierdas alguno de sus numerosos detalles.

Pero no pondré ningún fragmento más. Para ello tendrás que leerlo.

2 comentarios:

  1. Pues habrá que hacerse con él, caramba, me atraparon los fragmentos y tu entusiasmo. No he leído nada de Amos, conozco "en lo más profundo del bosque" pero sin leerlo.

    Gracias.

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  2. Es lo primero que leo de él, y tal y como dije la persona que me lo recomendó, dudo que pueda leer algo de él que lo supere.

    Hazte con él, Pedro, lo vas a disfrutar.

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