jueves, 7 de marzo de 2013

Sobre libros y bibliotecas

Son malos tiempos para los libros, como objeto físico. La crisis, unida a la subida de precios y a tener los libros más caros de Europa, hace que las ventas en las librerías vayan descendiendo vertiginosamente. El gasto en libros es absolutamente prescindible cuando no tienes con qué pagar la hipoteca o darles tres comidas calientes diarias a tus hijos, sobre todo si hay alternativas, que las hay. Los pisos menguantes de hoy en día, nada que ver con los más de cien metros cuadrados de antaño, tampoco dejan mucho lugar para almacenarlos, quizás como mucho un par de estantes en las casa de los más osados. Los lectores electrónicos tan popularizados hacen posible poder leer sin necesidad de formato físico que haya primero que comprar (esto es así, y gracias a ello hay gente leyendo más que nunca incluso con la crisis), y después buscar dónde guardar.

Hay varias cosas que agradecerle al nuevo lector electrónico, además de ahorrar espacio en la casa. El ahorro a la hora de adquirir una lectura es evidente. Poder portar cientos de libros en el bolso para poder leer allá donde tengas la oportunidad, es una maravilla, y permite que una vez acabes un libro, no tengas que preguntarte cuál comenzar después, pues ya tienes varios nuevos fichajes esperando su turno. Este hecho, unido a una batería que dura un mes o más sin necesidad de cargarla, hace muy práctico poder llevar el lector siempre contigo sin tener que preocuparte por si funcionará cuando lo necesites o no, algo que a todas luces es una ventaja muy evidente con respecto a teléfonos o tabletas.


Además, tal y como ha venido pasando con la música, es un alivio no tener que gastarte 25 euros en un producto que esperas te dé horas de placer, para llegar a casa y descubrir que una vez más, gracias a las mil alabanzas de la contraportada, te la han vuelto a meter doblada y has adquirido un truño tamaño zeppelín a cambio de tu dinero. Ahora puedes compartir libros con amigos y familiares sin temor a que no los devuelvan (cómo era eso de “libro prestado, perdido y estropeado”, o “quien presta un libro a un amigo, pierde el libro y pierde el amigo”?), buscar y descargar de la red cualquier libro que te pueda apetecer, o incluso hacerte con una bibliografía en idioma extranjero que te ayude a perfeccionarlo, a cambio del único precio de lo que te cueste el lector (los más absurdos, además, solemos comprar los libros que más nos han gustado en formato papel para poder guardarlos para siempre, releerlos tal vez, y que algún día dé la misma satisfacción a alguno de los nuestros, con lo que también contribuimos a dar justa contraprestación a su autor).

Entre las contras de un lector electrónico hay dos o tres a reseñar. Una de ella, a efectos prácticos, es la fragilidad de la pantalla, que es de cristal simple (les habría resultado sencillo usar cualquier protección o polímero más resistente, pero ya sabemos que la obsolescencia programa es la filosofía que mueve al mundo), y hace que una caída puede llevar a tu lector a la basura y tener que adquirir otro. Me ha pasado recientemente con el mío, uno de los primeros SONY que salieron, y estoy a la espera de que consigan cambiarme la pantalla encargándola directamente a China, donde puede que me salga todo por unos 50 euros, y ya sería barato. La pantalla podría costar en España unos 90 o 100 euros fácilmente, si la vendieran, más la mano de obra, lo que haría inviable plantearse su reparación, y por ello no la venden.

A efectos románticos, el lector trae consigo dos pérdidas que me ponen de lo más nostálgica. Una de ellas, el placer de manipular el libro. Su peso, su tacto. El olor que desprenden. Doblarle esquinas para recordar por dónde voy. Subrayar pasajes o tomar notas, y poder encontrar la de lectores anteriores (no, no es lo mismo en formato electrónico, una nota en arial en un lector no puede reemplazar la caligrafía de tu padre junto al fragmento de un libro que él leyó, sobre todo si él ya no está,). El placer de tener un libro dedicado por el escritor, aunque fuera para alguien que no eres tú. Las dedicatorias de las personas que te los regalaron. Poder anotar al principio la fecha y lugar donde lo compraste. Marcarlo con un Ex Libris personal. El leve ruido de las páginas al ser pasadas. Recordar con sólo verlo el lugar, momento y las circunstancias donde lo leíste por primera vez.

Un libro es un objeto evocador, como pueda serlo una fotografía, una melodía o un aroma.

La segunda gran pérdida son las bibliotecas. Las personales, y las colectivas. Cuando una tiene al alcance de la mano cualquier libro que desee, y al precio de nada, sin darse cuenta cuándo ni cómo, se deja de ir a la biblioteca, y uno de los lugares más mágicos del mundo dejan de tener parte de su sentido. Ahora estoy deseando que la Meloncilla tenga edad para poder llevarla a su primera biblioteca y que le saquen un carnet. Recuperaré junto con ella esta costumbre que tantas satisfacciones me dio.

Nunca agradeceré lo bastante a mi madre el llevarnos todas las semanas a la biblioteca pública de Sevilla, en la calle Alfonso XII, junto al Corte Inglés, desde que éramos pequeñas. Me encantaría conservar el primer carnet de biblioteca que tuve. Recuerdo perfectamente el pequeño portal que daba acceso a unas grandes escaleras, que te llevaban a la primera planta donde estaba situada una enorme zona infantil. Sería tan enorme como la recuerdo? Los distintos destinos y circunstancias hicieron que hayan pasado más de veinte años sin visitar esa biblioteca, y ya nunca más será posible, pues hace más de diez que la cerraron.

Me fascinaban los ficheros llenos de fichas con los datos y referencias de los libros. Podría haberme pasado horas pasando el dedo por encima de las mismas, extrayendo una u otra de aquí y allá, leyéndolas, ordenándolas. En eso he sido siempre muy rara, me ha fascinado siempre ordenar fichas, supongo que será parte de una necesidad profunda de un orden establecido y un sitio para cada cosa en el mundo. Incluso recuerdo un día en que estaba enferma, en la gran cama de mis padres, ordenando fichas obtenidas de quién sabe dónde, jugando a “las bibliotecas”. Yo tenía que haber sido archivera, como mi amiga E.

En esa biblioteca, a la que nunca fui a estudiar, sino sólo y exclusivamente a escoger libros, para lo cual podía pasarme más de una hora, leí y releí algunos de mis libros favoritos de la infancia. Los libros de poemas de Gloria Fuertes. Los de Michael Ende (Jim Botón, Momo, la historia interminable), Roald Dahl (Charlie y la fábrica de Chocolate o el gran ascensor, Matilda), o los de Enid Blyton (los Cinco, los Siete Secretos, Torres de Malory, Santa Clara). Los libros de las editoriales Alfaguara y Barco de Vapor . Grandes colecciones (Oscar, Kina y el Láser, Guillermo el Travieso, Celia lo que dice, Pumuky, el pequeño vampiro, Fantomette) y tantos otros que se me olvidaron. Escoger dos libros, pasarme por la mesa para que me lo asignaran, que la encargada sacara la ficha de su bolsillo para ponerla junto con mi carnet en el casillero de “pendientes”, y que me pusiera un sello con la fecha en el bolsillo del libro… Os juro que una tontería similar era uno de los momentos más mágicos de mi vida. Seguía los movimientos de las manos de la bibliotecaria con devoción y admiración.

(Una de las pérdidas más grandes que tuve en la vida fue el robo, por parte de unos inquilinos en nuestra comunidad, de mi biblioteca infantil, más de cinco cajas llenas con nuestros libros favoritos, esos que pedíamos por nuestros cumpleaños y Reyes, del trastero comunitario. Muchos de ellos se compraron sólo para completar una colección y poder ser conservados, ya que habían sido leídos anteriormente gracias a la biblioteca. Maldije haberlos desalojado de nuestras estanterías para hacer hueco a nuevas lecturas adolescentes. Nunca le perdonaré lo suficiente a quien lo hiciera el daño que nos hizo. Sólo espero que esos libros hayan podido hacer feliz a otros niños).

He estado en mi vida en varias bibliotecas, algunas hermosas, históricas y memorables como la de Nueva York, otras modestas como la de un pueblito pesquero próximo a nuestro lugar de veraneo, que se limitaba a ser una pequeña habitación con cuatro estanterías mal contadas, donde era difícil localizar algún libro apto para nosotras. En todas ellas me embarga la nostalgia, mezclada con el olor a polvo acumulado sobre el lomo de los libros, y la promesa de mil historias por descubrir y para perderme en ellas, que me estremezcan, me conmuevan, me diviertan, me hagan reír o quizás llorar, me enseñen algo. Pero ninguna podrá compararse nunca a aquella primera biblioteca cerrada aún hoy a cal y canto y cuyas letras se van cayendo poco a poco de la fachada, que un día albergará algún edificio oficial. No sé lo que daría por poder entrar de nuevo en ella y recorrer sus estancias aunque ya vacías, con un poco de suerte ver alguno de sus viejos casilleros, alguna estantería desvencijada, o tal vez alguna de aquellas fichas idolatradas desperdigadas por el suelo.

Una de las cosas que siempre tuve claro, más después de aquel lamentable robo, era que iba algún día tendría una bonita biblioteca llena de libros en el salón de mi hogar. Si era posible, con escalera (esto aún no lo tengo) y si el tiempo lo permitía, organizaría un archivo para tenerlos todos clasificados y ordenados (ja!, en otra vida??). A pesar del lector digital, no voy a perder el disfrute de tenerla, conservarla y engrosarla, y espero que sea la puerta para que la Melona entre también en el apasionante mundo de las historias bien contadas. 

La podéis ver al principio de esta entrada, la Meloncilla también aparece, por cierto :)



5 comentarios:

  1. Curiosas coincidencias. Conservo los carnets de las bibliotecas, hasta tenía pelo en las fotos. Asimismo me robaron mis libros infantiles. Un familiar, en principio "es el primo, te los devolverá, apenas los lea, no te enfades". Perdidos para siempre y no apreciados como merecían.

    A lo que dices añadiría dos pegas más a los electrónicos...Es mucho más complicado retener el nombre del autor y el título, no están a la vista. A mí me cuesta más retener incluso lo que leo pero ese defecto puede ser personal.

    El otro es que es endiabladamente más complicado subrayar, yo que siempre leo con un gozoso portaminas tuve que dejar de hacerlo.

    Bueno, te descubro que una de las cosas por las que quise ir a tu casa fue para ver la librería :-)

    Tu biblioteca es un rinconcito maravilloso para tirar una manta y pasar las horas ganadas leyendo.

    Yo tengo dos mil libros en cajas! Imperdonable.

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  2. Si algún día quieres deshacerte de algunos, en mi librería aún queda mucho hueco ;). Cuidaría bien de ellos!

    Tienes razón en lo de la difícil retentiva de título y autor, también de su contenido, cuando me acuerdo de un libro que he leído muchas veces veo en mi cabeza la portada, eso de no verla cada vez que abres tu lectura electrónica hace que todas se fundan un poco en la memoria...


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  3. Eres la repera, jajajaja. Se podía haber hecho otra cosa que arañarte la cara. Emociona la foto, sabemos quién estaba dentro.

    Y respecto a lo que está detrás no se puede imaginar mejor escenario para tender un camastro.

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  4. Mis hijas juegan a las bibliotecas, sacan todos sus cuentos y los ponen en el suelo en fila, la mayor “inventó” el juego y dice que los jueves es el día que abre su biblioteca, ella misma fabricó los carnets, para mamá, papá y la hermana, también la correspondiente ficha del libro.
    El otro día fui a la biblioteca, solo por estar, observar el silencio y sentir lo que dices de los libros, el olor, el peso, las fichas.
    Pienso que tenemos suerte de poder combinar ambos, me pasa lo mismo con la música, pago spotify pero a la vez mi sueño es tener una habitación llena de discos y tocarlos y sentirlos.

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  5. Lys, creo que formamos parte de una nueva especie de fetichistas, nos gustan determinados objetos por el mero hecho de poder mirarlos, y saber que lo que contienen nos casua gran placer, al margen de que tengamos ese mismo contenido por otra parte y sin "envoltorio".

    Bien por tus niñas, eso es señal de que han descubierto el disfrute de los libros, les acompañará toda la vida. Bien por su madre por dárselo a ellas.

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