domingo, 5 de mayo de 2013

Postales de aquí y allá desde mi memoria



1. La noche que más calor he pasado en mi vida tuvo lugar en Assuán, agosto 2010. Nos quedamos a dormir en casa de nuestro guía Shaher y su familia, nos quedamos en el dormitorio de invitados, con un balcón con vistas al desierto egipcio sudanés. El té de hibisco no fue suficiente para quitarnos la sed. En esos días había tormentas de arena en el desierto, y toda la casa, incluyendo las sábanas y suelo de nuestro cuarto, estaba cubierta con una fina película de arena. Nos metimos en la cama para descubrir sorprendidos que del colchón emanaba calor. Era como estar tumbados sobre una manta eléctrica a 40 grados de temperatura. Nos echamos al suelo, pero por supuesto las baldosas también soltaban calor, aunque al menos su material te hacía creer que habría un par de grados de diferencia con la cama. Nos acercábamos al balcón. Una bofetada de aire caliente con micropartículas de arena nos recibía, burlándose de nosotros y de nuestro afán por la más mínima brisa nocturna. El ventilador giraba inútil en nuestro dormitorio, removiendo el aire caliente en suaves remolinos. Los minutos pasaban lentos, eternos, y nosotros yacíamos medio desmayados sobre el suelo, envueltos en una capa de sudor y partículas de arena del desierto, sintiéndonos en el infierno de Dante, y pensando qué poco costaba una noche en un hotel de cinco estrellas en esa ciudad, y qué imposible era despertar a las tres de la mañana a nuestros anfitriones para pedirles (rogarles) que nos llevaran allí. 


2. Un paseo en moto por los montes de Sapa, en el norte de Vietnam, sin casco y con la música sonando a todo volumen en mis auriculares. Cantando como una loca, sorteando baches, saltando sobre piedras, pasando por pequeños riachuelos que atravesaban la carretera, disfrutando todo el tiempo de unas vistas preciosas a los valles de Sapa, sus pequeños poblados y sus campos de arroz en bancales. Un momento de felicidad plena.

 3. Mi primera vez en Londres fui a visitar a mi hermana, que por aquel entonces cursaba un master en física médica. Vivía en la única habitación habitable de una casa en obras, con una pareja de amigas lesbianas, tailandesa y pakistaní. Vivían allí gratis de acuerdo con el dueño, para que la casa no estuviera vacía y evitar que pudieran meterse okupas a vivir. No había cuarto de baño (tan sólo el agujero donde más tarde pondrían el inodoro, donde había que “excusarse” y echar un cubo de agua después) ni cocina. Para comer, una olla eléctrica para cocinar arroz, algas nori, pepino, aguacate, zanahorias… comida comprada día a día. Fue mi primer sushi, los makis vegetales, sonrío al pensar que no me gustaron demasiado, cuando ahora podría vivir sólo a base de sushi. Dormíamos en sacos de dormir sobre esterillas, por el día me iba a recorrer Camden Town, Harrods y la abadía de Westminster. Nada me parecía extraño por aquel entonces.

4. Estambul: una habitación con las paredes pintadas de rosa chicle, y las camas llenas de chinches. Ronchas por la mañana. Recorrer sus mezquitas, calles y bazares de día, ducha y cerveza fría con pistachos en la habitación rosa, fumarnos una shisha y echar una partida de ajedrez al caer la noche, en el puente Gálata, imaginando siglos de historia.

5. París: la primera vez que estuve allí, tardamos una hora en encontrar la salida a la calle de la estación de trenes. La segunda vez, veinte años después, nos alojamos en un hotel frente a la estación del Norte. El acierto total en aquella ocasión. Amor, arrumacos, paseos, excitación por todo lo que veíamos, por tanta belleza, saltitos de alegría. Amor, noches de kebabs y besos en la habitación, que ningún restaurante francés habría podido mejorar. Una gran nevada, mil cuadros maestros y emocionantes para compartir, la nieve pegándose a nuestro pelo, a nuestra cara, risas, alegría, amor. Las luces de feria de la torre Eiffel. Notre Dame de noche, las gárgolas una vez más, las vidrieras de sus iglesias, Montmartre al atardecer, besos por la calle. Sexo romántico, fantasioso y un poco sadomasoquista. Tres días y dos noches de disfrute total en la mejor compañía. Cómo no adorar París.

2 comentarios:

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  2. La idea, confieso, está copiada de un artículo del Jotdown especial 3, dedicado, mira tú por donde, al gran Julio Verne. El artículo era La vuelta al mundo en 40 imágenes, por Nacho Carretero, sus 40 imágines eran postales del mismo estilo que éstas, y lo disfruté tanto, que pensé: no creo que 40, y ni mucho menos vuelta al mundo, pero yo también tengo unas cuantas postales de mis viajes en la memoria.

    El futuro vendrán alguna más. De vez en cuando me viene alguna a la memoria, ahora tengo donde rescatarlas...

    Me encantaría ver alguna de las tuyas!!!

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