Hoy tengo un día
sesudo, un día en los que mi cerebro pide a gritos aprender algo. Igual que hay
días en los que uno se despierta con ganas de actividad física, hoy mi cerebro
se ha despertado con ganas de actividad intelectual.
Así que me he
puesto a brujulear en la red, un comentario en una noticia de Menéame (dónde va la grasa cuando se quema, spoiler,
al final de todo el ciclo, las grasas se eliminan por el CO2 de la respiración),
en el que hablaba de la famosa serie “Érase una vez el cuerpo humano” (¡quiero
esa colección para mi sobrino T ya!), me puse a mirar contenidos didácticos para
niños sobre ciencias, di con algunos viejos libros de texto de los años 80,
desempolvé mis ganas de volver a estudiar los contenidos de cultura básica de
nuevo cuando la Meloncilla tenga que pasar por ellos (intentaré no hacer los
deberes con ella ni mucho menos “por” ella, pero sí quiero leerme los libros de
texto en ratitos para desempolvar conocimientos, aunque algo me dice que
acabaré cabreada más de una vez y más de dos), es increíble cómo se me han
olvidado todos los contenidos estudiados durante años como si de un viejo
idioma se tratara (también se hablaba del ciclo de Krebs en dicha noticia, y
confieso que me sorprendió enterarme que era algo que se estudiaba antes en
BUP. ¿Yo he estudiado eso? ¡Y yo estudié ciencias puras! Me inclino más a
pensar que lo memoricé, atrapada en mil tecnicismos y con el único objetivo de
aprobar, pero no lo entendía ni nadie se esforzó en explicármelo).