Son malos tiempos
para los libros, como objeto físico. La crisis, unida a la subida de precios y
a tener los libros más caros de Europa, hace que las ventas en las librerías
vayan descendiendo vertiginosamente. El gasto en libros es absolutamente prescindible
cuando no tienes con qué pagar la hipoteca o darles tres comidas calientes diarias
a tus hijos, sobre todo si hay alternativas, que las hay. Los pisos menguantes
de hoy en día, nada que ver con los más de cien metros cuadrados de antaño,
tampoco dejan mucho lugar para almacenarlos, quizás como mucho un par de
estantes en las casa de los más osados. Los lectores electrónicos tan
popularizados hacen posible poder leer sin necesidad de formato físico que haya
primero que comprar (esto es así, y gracias a ello hay gente leyendo más que
nunca incluso con la crisis), y después buscar dónde guardar.
Hay varias cosas
que agradecerle al nuevo lector electrónico, además de ahorrar espacio en la
casa. El ahorro a la hora de adquirir una lectura es evidente. Poder portar
cientos de libros en el bolso para poder leer allá donde tengas la oportunidad,
es una maravilla, y permite que una vez acabes un libro, no tengas que
preguntarte cuál comenzar después, pues ya tienes varios nuevos fichajes
esperando su turno. Este hecho, unido a una batería que dura un mes o más sin
necesidad de cargarla, hace muy práctico poder llevar el lector siempre contigo
sin tener que preocuparte por si funcionará cuando lo necesites o no, algo que
a todas luces es una ventaja muy evidente con respecto a teléfonos o tabletas.